¿Puede un
simple fiel atacar el error?
Publicado por: Adelante la Fe 10 diciembre, 2014 Deja un comentario
“Quienes conocen la verdad deben hacerse un
deber definirla claramente cuando sus enemigos la deforman hábilmente. Deben
tener el coraje de defenderla”. (Pío XII, 26 de agosto de 1947).
Así pues mis hermanos en Cristo Rey y Maria Reina, a pesar de que muchos sentimos dolor de decir lo que debemos decir pues sentimos que traicionamos lo que hemos aprendido, obediencia y amor al Vicario de Cristo, a nuestros Obispos y respetar a clérigos y religiosos. Hoy se impone como nuestro deber criticar, denunciar y utilizar todos los medios posibles a nuestro alcance para denunciar a los lobos disfrazados de oveja, sea el mismísimo Papa.
Pues ante todo debemos como soldados y milicianas de Cristo defender la verdad que esta en el Evangelio, la verdad que supimos aprender y la verdad que heredamos en la tradicion de la IGlesia. JL Ventrice. Excelente articulo del Blog Adelantelafe.
Para definir la verdad o para
defenderla “sin duda la tranquila exposición de la verdad es, en sí,
preferible; nuestros ilustres predecesores lo han declarado a menudo. Sin
embargo, la necesidad de los tiempos los precipita a ellos mismos, a menudo, a
la controversia. Cuando se leen sus obras, se reconoce que la polémica figura
en la mayor parte” (Cardenal Pie).
La polémica no es pues el único medio de proclamar y defender la verdad.
Pero es un medio lícito, legítimo y eficaz. Numerosos Padres de la Iglesia,
numerosos Santos se han servido de ella… Aún el docto y tranquilo santo Tomás
de Aquino, y el dulce san Bernardo.
Sin duda, puede haber un abuso de la polémica. Pero el desprecio de toda
polémica es una manifestación de liberalismo práctico inconsciente. Y el buen
sentido está de acuerdo con san Francisco de Sales que escribía: “Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser atacados
y censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar al lobo
cuando un lobo se ha deslizado al medio del rebaño y aún en cualquier lugar que
se lo encuentre”.
¿Para
atacar al error es necesario haber recibido un mandato de la autoridad
eclesiástica?
Absolutamente
no. Para qué serviría la regla de la fe y de las costumbres, si en cada caso
particular el simple fiel no pudiera hacer inmediatamente la aplicación?” (Don Sardá). Por
el bautismo y la confirmación que ha recibido, el simple fiel tiene el deber
de defender su fe y de esforzarse para hacerla conocer a los otros. “El simple fiel puede así desconfiar, a primera vista, de una
doctrina nueva que le es presentada, en la medida en que la vea en desacuerdo
con otra doctrina definida” (Sardá).
¿Para
atacar el error es necesario que la Iglesia ya se haya pronunciado?
Cardenal Pie
“Sin duda sólo la Iglesia posee el supremo magisterio doctrinal de
hecho y de derecho; su soberana autoridad se personifica en el Papa, y ella es
la única que puede definitivamente y sin apelación, calificar abstractivamente
las doctrinas y declarar que están concretamente contenidas en tal o cual
libro, o profesadas por tal o cual persona. Pero al simple fiel le es
perfectamente lícito tener a tal doctrina ante sí como perversa, señalarla como
tal a los otros para su gobierno, dar el grito de alarma y tirar los primeros
golpes. El fiel laico puede hacer todo esto, lo ha hecho siempre con los
aplausos de la Iglesia” (Sardá).
¿Conviene,
combatiendo el error, combatir y desacreditar a la persona que lo sostiene?
“Sí, muy a menudo conviene y no solamente conviene, sino todavía es
indispensable y meritorio ante Dios y ante la sociedad, que sea así”
(Sardá). En efecto, las ideas no podrían, reducidas a ellas solas, producir
todo el mal del cual sufre la sociedad. “Ellas son parecidas a las
flechas y a las balas que no causarían heridas a nadie, si no se las lanzara
con el arco o el fusil; es pues al arquero o al fusilero que se debe tomar
sobre todo. (id.).
Los Padres suministran la prueba de esta tesis. Las obras de san
Agustín, por ejemplo, llevan casi todas como título el nombre del autor de la
herejía que combaten: Contra Fortunatum, Contra Felicem… etc…
¿Es
pues lícito, en ciertos casos, revelar en público las infamias de aquél que
sostiene o propaga el error?
¡Perfectamente! “¿Es permitido –se le
preguntaba un día a san Francisco de Sales- hablar mal de un hereje que difunde
malas doctrinas?” “Sí –respondió él- tú puedes a condición de atenerte a la
exacta verdad, con lo que tú sabes de su mala conducta, presentando lo que es
dudoso como dudoso, y según el grado más o menos grande de duda que tengas al
respecto”.
Es pues permitido revelar sus defectos, ridiculizar sus hábitos, y aún…
¡burlarse de él! “Los señores liberales querrían sobre todo ser
siempre tomados muy en serio, estimados, reverenciados, adulados y tratados
como personajes importantes. Se resignarían muy bien a que se los refute, mas a
condición de que sea con el sombrero quitado… De allí vienen sus quejas, cuando
a veces se los satiriza, es decir cuando se hacen burlas de ellos… Cualquiera
comprenderá que hacer reír honestamente a expensas del vicio y del hombre
vicioso es una cosa muy buena en sí” (Artículo de la Civilta
Cattolica)
“Los grandes doctores recomiendan sin duda la mesura, la
indulgencia, la moderación. Lo que no impide que, sin contradecir sus propios
principios, ellos mismos emplean, en todo instante, el arma de la indignación,
algunas veces la del ridículo, con una vivacidad y una libertad de lenguaje que
asustaría nuestra delicadeza moderna” (Cardenal Pie).
Combatir así a un hereje, vaya y pase… ¿Pero combatir a un católico… aún
un amigo?
¡Pero
un católico liberal es un hereje! La Iglesia ha condenado
numerosas veces el liberalismo, y aún el liberalismo católico. ¡Pío IX lo
declara más terrible que la Revolución, más terrible que la Comuna! “Cuando tantas veces hemos censurado a los sectarios de estas
opiniones liberales, no teníamos en vista a los enemigos declarados de la
Iglesia… sino a aquéllos de los que acabamos de hablar: católicos que son por
otra parte honestos y piadosos, y que, por la influencia que les dan su
religiosidad y su piedad, pueden muy fácilmente captar los espíritus e
inducirlos a profesar máximas muy perniciosas” (Pío IX).
¡Además no olvidéis que no es necesario que la
autoridad eclesiástica se haya pronunciado para que el simple fiel sirva de
perro guardián y ladre!
¿Puede ser, en efecto, que se trate de un amigo? Pero si mi amigo
farmacéutico vende droga, ¿debo callarme, en nombre de la amistad? Para el buen
sentido, la respuesta no es dudosa.
Hablar
mal del prójimo… ¿no es contrario a la caridad?
R. P. Don Félix Sardá y Salvany
¡Cuando son atacados, los liberales no cesan de reclamar la caridad! “La caridad que ellos querrían de nosotros, sería la de alabarlos,
admirarlos, apoyarlos, o por lo menos dejarlos actuar a su gusto. Nosotros, por
el contrario no queremos más que hacer la caridad de interpelarlos,
reprenderlos, excitarlos por mil medios a salir de su mal camino. Cuando dicen
una mentira… querrían vernos ocultar sus pequeños pecados veniales— Cuando se
les escapa alguna distracción gramatical… nos ruegan que cerremos los ojos…
¡Que dejen de quejarse de nuestra falta de caridad!” (La Civilta
Cattolica).
“Se puede amar al prójimo, bien y mucho, desagradándole,
contrariándolo, causándole un perjuicio material, y aún en ciertas ocasiones
privándolo de la vida” (Sardá).
“La caridad, en efecto, implica ante todo, el amor de Dios y de la
verdad; ella no teme pues extraer la espada
de su vaina por el interés de la causa divina, sabiendo que más de un
enemigo no puede ser reencauzado o curado mas que por golpes audaces e
incisiones salutíferas” (Cardenal Pie).
“Edulcorar la verdad para evitar provocar pena a tal o cual no es
practicar la caridad: es traicionarla” (Mons. Rupp).
Si los liberales reclaman tanto la caridad, ¡es que no aman la verdad! “Nuestro tiempo no ama la verdad… y en el pequeño número de quienes
aman la verdad, muchos, por no decir demasiados, no aman para nada a los que
van en vanguardia para defenderla. Se los encuentra indiscretos, molestos,
inoportunos” (Louis Veuillot) Esto es lo que decía también el papa
Gregorio VII: “Si es que algunos, por amor a la ley
cristiana, osan resistir en cara a los impíos, no solamente no encuentran apoyo
en sus hermanos, sino que se los tacha de imprudentes, de indiscretos, se los
trata de locos”.
“La intolerancia al respecto de los defensores de los principios,
es, con la tolerancia hacia los patrones del error, uno de los síntomas más
característicos del contagio liberal” (R. P. Ramière).
¿No
existe sin embargo el deber de respetar a las personas?
“El principio moderno y revolucionario de la respetabilidad de las
personas en toda hipótesis, de la tolerancia a ultranza respecto a las personas
es una gran herejía social que ha hecho mucho mal y lo hará todavía más a
medida que esta idea se vaya vulgarizando en el futuro, a saber que la persona
humana es siempre amable, siempre sagrada, siempre digna de respeto,
cualesquiera que sean los errores teóricos o prácticos que lleva con ella a
través del mundo.” (Amí du clergé)
“Si soportar las injurias que nos alcanzan personalmente (y
respetar a las personas que las profieren) es un acto virtuoso, soportar las
que atañen a Dios es el colmo de la impiedad” (Santo Tomás de
Aquino)
¿Ninguna
colaboración es pues posible con los liberales?
“Las Asociaciones Católicas deberán tener principalmente cuidado de
excluir de su seno, no solamente a todos los que profesan abiertamente las
máximas del liberalismo, sino todavía a los que se forjan la ilusión de creer
posible la conciliación del liberalismo con el catolicismo, y son conocidos
bajo el nombre de católicos liberales” (La Civilta Cattolica).
¿Mas
por qué ejercer la polémica sobre todo contra el liberalismo?
Sin duda el liberalismo no es el único error que amenaza llevar la ruina
a la fe, aún cuando se debe incluir bajo este vocablo el naturalismo, el
racionalismo y el laicismo.
Pero el liberalismo es particularmente peligroso
porque un cierto liberalismo se pretende católico. Un cristiano de
buena fe comprenderá bastante fácilmente que no puede ser masón o comunista:
las condenas de la Iglesia son muy claras. Pero muy fácilmente, por el
contrario, podrá dejarse contaminar más o menos por las ideas liberales. “El liberalismo es menos una doctrina coherente, un sistema
formulado, que una enfermedad del espíritu, una perversión del sentimiento…”
(Padre Rosussel). ¡Y esto es lo que lo hace particularmente peligroso!
Combatir jamás es agradable… sobre todo combatir a los amigos. Y sin
embargo, “es necesario combatir el error aún en los cristianos, pues ellos
tienen menos derechos que otros, si es posible, a profesarlo. ¡Amad a vuestros
adversarios, rogad por ellos, pero no les hagáis cumplimientos1! ¡Puáh! No
busquéis agradar a algunos. Buscad agradar a Dios” (Santo Cura de
Ars).
Sí, cuidémonos –como decía Louis Veuillot de que “el temor de dejar de ser amables termine por quitarnos todo coraje
de ser verdaderos”.
“Seguramente muchos os acusarán de imprudencia y dirán que vuestra
empresa es inoportuna… Una lucha de este género no podrá más que atraeros
censuras, desprecio, querellas odiosas; pero Aquél que da la verdad a la tierra
no ha predicho otra cosa a Sus discípulos, sino que serían odiosos a todos a
causa de Su Nombre” (Pío IX, dic. De 1876).
“Combatamos pues sin descanso, aún sin esperanza de ganar la
batalla. ¡Qué importa el éxito!” (Santa Teresita del Niño Jesús).
¡Basta de silencios! ¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber
callado, ¡el mundo está podrido! (Santa Catalina de Siena)
“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta
un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres
cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la
duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien
Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la
cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido
para la lucha”. (León XIII, Papa.)
“Si por causa de la verdad hay escándalo, es preferible que haya
escándalo a que sufra la verdad” (San Gregorio Magno, Papa y Doctor de la
Iglesia)
“Cuando el pastor se muda en lobo, toca desde luego al rebaño el
defenderse. Por regla, la doctrina desciende de los obispos al pueblo fiel y
los súbditos no deben juzgar a sus jefes en su fe. Mas hay en el tesoro de la
revelación ciertos puntos esenciales de los que, todo cristiano, por el hecho
mismo de llevar tal título, tiene el conocimiento necesario y la obligación de
guardarlos. El principio no cambia, ya se trate de ciencia o de conducta, de
moral o de dogma. Traiciones semejantes a la de Nestorio, son raras en la
Iglesia; pero puede suceder que los pastores permanezcan en silencio, por tal o
tal causa, en ciertas circunstancias en que la religión se vería comprometida.
Los verdaderos fieles son aquellos hombres que, en tales ocasiones, sacan de su
solo bautismo, la inspiración de una línea de conducta; no los pusilánimes que
bajo pretexto engañoso de sumisión a los poderes establecidos, esperan, para
correr contra el enemigo u oponerse a sus proyectos, un programa que no es
necesario y que no se les debe dar”. (Dom Prosper Guéranger)
“No he tenido escondida tu justicia en mi corazón, publiqué tu verdad y
la salvación que de Ti viene; no oculté a la muchedumbre tu misericordia y tu
fidelidad”. Salmo 39,11(Mons. Juan Straubinger)
“Sólo en la verdad se puede fundamentar una verdadera grandeza; sólo
diciéndola se puede caminar a ella. Hoy día estamos tan sumergidos en mentiras
que el amor a la verdad representa una especie de martirio, y conduce al
martirio real cuando se vuelve verdadera pasión; y la verdad se vuelve pasión
en todos aquellos que se abren al espíritu de Dios” (Padre Castellani)









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